Portada Entre el amor y el odio

Lenka Reinerová

Visita al lago de los cisnes

Traducción del alemán

Lenka REINEROVÁ (Praga, 1916 – Praga, 2008) es considerada la última representante de la «literatura alemana praguense» y uno de los nombres más importantes de la literatura en este idioma.

En los tres relatos reunidos en este libro, Reinerová revisita su pasado y el de su familia, el tiempo del exilio y la tradición de la literatura en lengua alemana de la Praga anterior a la Segunda Guerra mundial. Consciente de su propia relevancia como testigo y agente de su época, revisita el trauma a través de la escritura. Son un recorrido por una memoria personal imbricada en pasados familiares y colectivos, y una invitación a visitar mundos perdidos.

El libro y su autora

Lenka REINEROVÁ (1916 – 2008) es la última gran escritora checa en alemán y uno de los nombres más importantes de la literatura en este idioma. Esta periodista y escritora judía nació en Praga y trabajó en su ciudad natal para el Arbeiter Illustrierte Zeitung desde 1936. Tras la ocupación de Checoslovaquia, huyó a Francia, donde fue detenida e internada al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1941 consiguió emigrar a México con la ayuda de F. C. Weiskopf. Allí escribió, entre otros, para los periódicos antifascistas Freies Deutschland y Demokratische Post y conoció a Anna Seghers o Egon Erwin Kisch, entre otros exiliados. Tras su regreso a Praga con el final de la guerra, en 1952 fue encarcelada durante quince meses en el curso de la purga de Stalin, y «rehabilitada» a principios de los años sesenta hasta que, tras la represión de la Primavera de Praga, se le prohibió la publicación.

En los relatos que se reúnen en esta selección, Reinerová revisita el trauma a través de la escritura. Reorganiza memoria personal imbricada en pasados familiares y colectivos, y explora como concepto central el de «frontera» en los aspectos emocional, histórico-político y lingüístico-cultural.

Der Ausflug zum Schwanensee (1965) es (con la salvedad de Kein Mensch auf der Strasse, 1998), la única obra, un relato corto, que dedica al Tercer Reich y el Holocausto nazi en el que murió toda su familia cercana y extensa. La narradora describe la visita al antiguo campo de concentración de mujeres de Ravensbrück, donde su hermana pequeña estuvo encarcelada hasta su deportación y asesinato en el campo de exterminio de Auschwitz. En el Memorial del campo, donde va a buscar la fotografía de su hermana, descubre la de la suiza Carmen Maria Mory, con quien compartió prisión en La Petite Roquette y que trabajó como agente doble primero para el Sicherheitsdienst alemán y después para el servicio secreto francés, hasta acabar como prisionera en el campo de Ravensbrück donde, convertida en confidente y jefa de bloque, era conocida por las demás prisioneras como el «ángel negro de la muerte». El relato traslada la amargura por el sufrimiento vivido, en tensión con una mujer que siempre consiguió mantener el poder sobre la vida y la muerte de los demás.

En Traumcafé einer Pragerin (1996), revive el apogeo cultural y literario de la ciudad de Praga anterior a la guerra. En un café de ensueño funda un punto de literario en el que entabla conversaciones con amigos ya desaparecidos en el que reúne a algunos de los grandes nombres de la literatura praguense en lengua alemana –como Rainer Maria Rilke, Franz Kafka, Egon Erwin Kisch, Franz Werfel o F. C. Weiskopf– con los escritores checos Jaroslov Hašek y Jaroslav Seifert. El relato es un recuerdo personal de la Praga de su autora, de la tradición cultural a la que se adscribe y que fue destruida por la barbarie nazi.

En Zu Hause in Prag – manchmal auch anderswo (2000), Reinerová pone en perspectiva su experiencia del exilio con la situación de las personas sin hogar, los marginados de las sociedades modernas. En Londres, la narradora se encuentra una indigente agazapada ante el Royal Festival Hall y que le hace recordar su propia indigencia. Relata a Virginia su odisea particular: de Checoslovaquia, donde escribía para el Arbeiter Illustrierte Zeitung, pasando por Rumanía, donde la sorprendió la invasión alemana de Praga, a Italia de donde huyó a Francia, donde cofundó una casa de artistas para artistas checoslovacos, fue detenida como extranjera enemiga tras el pacto Ribbentrop-Molotov y encarcelada en la prisión de La Petite Roquette, un episodio vital al que regresa después de Ausflug y que aparece ahora convertido en la «conciencia dolorosa» que surge de un encarcelamiento político sin cargos.

fragmento

Visita al lago de los cisnes

Estaba un día, uno de esos domingos radiantes, sentada a orillas del lago de Ginebra y observaba los barcos que se hacían a la vela por docenas para sumergirse surcando las aguas en la claridad anegada de sol. Era una mañana deliciosa de verano. El cielo mismo era igual que una vela azur tensada a fuerza, con el atavío sublime aunque algo trasnochado de la cumbre de níveo resplandor del Mont Blanc. De ningún modo podía esta vérselas con las velas de los yates y los barcos de recreo que zarpaban del puerto y sus adornos desbordantes de fantasía y deleitados en todos los colores y formas.

Me quedé absorta en un banco de la bien cuidada ribera; a mi espalda, un césped verde y suave como de terciopelo y, a izquierda y derecha, pesadas macetas de piedra con begonias deslumbrantes de amarillo y rojo chillón. Todo era aroma y luz. Y no solo las personas, la propia naturaleza parecía estar de fiesta.

Entonces vi el cisne negro.

Iba por el agua solitario ahora aquí y ahora allá, un punto oscuro en mitad de aquella vistosa alegría.

Me dio un vuelco el corazón sin saber explicarme el porqué. Ahí, en ese hermoso rincón de la Tierra, ante el feliz espectáculo de una regata donde todo era despreocupado, agradable y bueno, la imagen de un cisne negro me resultó a mí insoportable. Mientras, el animal bordeó con distinción el pequeño embarcadero que adornaban las guirnaldas.

Cerré los ojos y busqué febril en la memoria: ¿Cuándo y dónde había visto yo cisnes negros? ¿Qué sucedía entonces?

De niña los conocía por los cuentos. En ellos solían llevar coronitas de oro y casi siempre eran príncipes encantados por los que me estremecía hasta que se liberaban del hechizo dos páginas después a más tardar. No, eso no podía ser.

Me vino luego la imagen de unas aguas oscuras de verde. Colgaban sobre ellas hojas desplegadas en abanico, entretejidas con una maraña de racimos crespos, bolitas blancas como la leche y ramas floridas. Palmeras, lianas y muérdago sobre un pequeño estanque enmarcado con roca enmohecida en el bosque de Chapultepec de la capital de México. Allí también había cisnes negros, una pareja para ser exactos…

Hasta que de pronto supe a qué venía mi desazón. No tenía nada que ver con México, menos aún con los príncipes de los cuentos, ni siquiera con ese cisne negro. Él solo me había hecho recordar algo. Me trajo el recuerdo de una visita y de un encuentro con sus semejantes en un día que desearía olvidar, pero que se ha quedado conmigo convertido en un terror que me atraviesa y que no soy capaz de dejar atrás. Por cierto, aquella pareja era de cisnes blancos: habían cambiado de color en mi memoria.

¿Acaso al reino de Hades van cisnes blancos?

Abrí los ojos y miré de nuevo hacia el hermoso lago, hacia su contento bullicio y hacia los barcos que se deslizaban con gracia y las velas hinchadas por el viento, de rayas, flores, topos o tornasol.

Entretanto el banco había quedado bajo la sombra de un gran árbol. El cisne negro se había perdido en el agua.