Hermann Hesse
Knulp
Traducción del alemán
Dividida en tres relatos, la novela narra la historia del trotamundos Knulp que, sin destino ni hogar, vagabundea incapaz de echar raíces, viviendo el amanecer del mundo con la candidez de un niño. Knulp es una oda a los sin patria, a los intrépidos que sobrellevan la incertidumbre, y avanzan movidos por la fuerza del deseo.
Publicada en 1915, Knulp es una de las novelas más hermosas escritas por Hermann Hesse.

De la obra y EL AUTOR
Hermann Hesse (1877-1962). Novelista y poeta alemán. Desde muy joven sintió tal pasión literaria que a los trece años llegó a afirmar «seré poeta o nada». Se confrontó con los valores familiares, lo que ocasionó que su familia terminara por renegar de él. Su sufrimiento fue tal que a los quince años intentó quitarse la vida.
Tuvo que ganarse la vida desde muy temprano. Trabajó de mecánico, relojero y en varias librerías, consiguiendo finalmente la independencia económica necesaria para comenzar a escribir sus primeros libros. Estos pasaron desapercibidos, pero ya algunos pocos notaron su talento, entre ellos Rainer Maria Rilke. En 1901 viaja a Italia y en 1904 pudo empezar a vivir de la escritura.
En 1930 se instala hasta el final de sus días en los altos de Montagnola. Recibió tanto el Premio Goethe como el Premio Nobel de Literatura en 1946.
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«Y Knulp, este fruto tardío solitario de un mundo romántico, me parece una estampa indeleble de la pequeña Alemania, un cuadro de Spitzweg y al mismo tiempo música pura, como una canción popular».
Stefan Zweig
Fragmento
Sobre los trotamundos
Sin obedecer a nadie, indiferentes al clima y a las estaciones, sin destino a la vista ni un techo que los cubra, sin poseer nada y expuestos a la incertidumbre, conducen los sin patria su vida pueril e intrépida, de estrecheces y fuerza. Son los hijos de Adán, el expulsado del Paraíso, y los hermanos de las bestias que no conocen culpa. Hora tras hora, toman lo que se les da del cielo: sol, lluvia, niebla, nieve, calor y viento, bienestar y penuria. No existen para ellos el tiempo ni la historia ni la ambición, tampoco los extraños ídolos del desarrollo y del «progreso» en los que con tanta desesperación creen quienes tienen un hogar. Un vagabundo puede ser brusco o tierno, habilidoso o torpe, audaz o apocado, pero siempre tiene el alma de niño, siempre vive en el amanecer del mundo, antes de que comenzara la historia, y su vida responde siempre a unos pocos y sencillos afanes. En el fondo puede saber lo frágil y fugitiva que es toda la vida, lo desgraciado y angustiado de todo lo que está vivo y hace correr su sangre caliente por el hielo de los espacios, o puede seguir sin más, con glotonería de niño, los mandatos de su pobre estómago… Siempre es lo opuesto y el enemigo mortal del que tiene y no se mueve, que lo odia, desprecia y teme porque no quiere que le recuerden la fugacidad de todo ser, el marchitar incesante de toda vida ni la muerte gélida e inexorable que llena el universo todo a nuestro alrededor.